Para días como este no hay nada mejor
que pasar una noche en un garito de mala muerte, de esos con letrero a medio
caer y letras fluorescentes. El ambiente es inmejorable, el olor a rancio y humedad
lo sientes desde que entras por la puerta, en la barra están sentados los cuatro
paisanos de siempre con cara de pocos amigos y el barman se rasca el culo mientras
limpia los vasos con el trapo de la mesa.
Es entonces cuando sientes que tu
día acaba de empezar y le pides al camarero un Jack Daniel´s en vaso ancho y
con dos hielos, enciendes tu cigarro de liar, y sacas una moneda de un euro para
escuchar Fossen & Struijk Band en la Jukebox del bar.
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