Corría el año 1997.
Era Viernes como hoy. Se acercaba la noche, mi noche y la de mis colegas.
Comenzaba el ritual de todo fin de semana:
Me vestía con mis mejores galas, incluyendo mis all stars negras.
Le robaba un poco de colonia al viejo.
Le pedía pasta a mi madre.
Despedida y cogotazo a mi hermano.
Comprábamos la botella de Whisky Doble V y CocaCola.
Y nos reuníamos todos en el parque del barrio.
La motivación en esos momentos era máxima, pero faltaba lo más importante, el punto culmen del ritual.
Antes de dirigirnos a la "zona de guerra", mi colega el Piqui, abría su Ford Fiesta, metía la cinta cassete llamada "Hecho, es simple" rebobinaba y Play.
Aquello era el puto coro de niños de Viena cantando Con esos ojitos.
Era Viernes como hoy. Se acercaba la noche, mi noche y la de mis colegas.
Comenzaba el ritual de todo fin de semana:
Me vestía con mis mejores galas, incluyendo mis all stars negras.
Le robaba un poco de colonia al viejo.
Le pedía pasta a mi madre.
Despedida y cogotazo a mi hermano.
Comprábamos la botella de Whisky Doble V y CocaCola.
Y nos reuníamos todos en el parque del barrio.
La motivación en esos momentos era máxima, pero faltaba lo más importante, el punto culmen del ritual.
Antes de dirigirnos a la "zona de guerra", mi colega el Piqui, abría su Ford Fiesta, metía la cinta cassete llamada "Hecho, es simple" rebobinaba y Play.
Aquello era el puto coro de niños de Viena cantando Con esos ojitos.
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