Lucrecia lo dijo bien claro: "que levante la mano quien se quiera salvar". Claro, directo y sin medias tintas. ¿Pero sabes qué? Tiene razón. La felicidad es voluntaria, es para el que se la trabaja, es para el que levanta la mano.
Cada vez que te vas de viaje a conocer un sitio nuevo estás levantando la mano y gritando en silencio "yo me quiero salvar".
Cada vez que aceptas disfrutar las sorpresas del camino estas abriendo un inesperado regalo.
Con cada piedra que lanzas al agua para que rebote, te estás deshaciendo de un trozo de la mierda que a veces acumulamos en nuestra cabeza.
En cada atardecer en la playa estas dejando que el sol, aunque salga por el este, se ponga un poco en tu interior, en tu estado de ánimo, dándote ese brillo que todos necesitamos.
Levanta la mano. Y levántala bien alto.
bfds
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